martes, 8 de febrero de 2011

El poder detrás del trono del Faraón

“Detrás de cada trono siempre hay
alguien más poderoso que el rey.”
Benjamin Disraeli


Parece ingenua la idea de creer que dentro del interés de algún grupo islámico -de la tendencia que fuere- estaba asesinar a Anwar Al-Sadat (predecesor de Hosni Mubarak). Al fin y al cabo, desde muy joven reflejó su marcada tendencia panarabista como integrante de la Sociedad de los He
rmanos Musulmanes y -en mayor medida- al ganar el mérito de suceder a Yamal Abd al-Nasir.


No obstante, esa ingenua idea no cobra coherencia si se omiten que Al-Sadat no recibió el Premio Nobel de Paz, sino hasta que flexibilizó su posición... frente a los Estados Unidos y, respondiendo a sus intereses, convirtiendo a Egipto en el primer país árabe en reconocer a Israel, rompiendo con ello el pacto panarabista que se había forjado y conservado a pesar de las marcadas diferencias que se habían creado por sus políticas neoliberales. Estas complacencias a los intereses tanto de Estados Unidos como de Israel, sumado a las represiones que instauró contra la oposición le dan sentido a la percepción de traición con la que los focos de resistencia musulmanes justificaron su asesinato en el desfile militar del 6 de octubre de 1981.

Ahora bien, sólo se puede admitir que Hosni Mubarak representó y representa la continuación de las políticas de Anwar Al-Sadat, en la medida en que se refiera a su faceta final. Mubarak representa un sector moderado, es decir, un sector que le dio la espalda a la causa Palestina y que -salvo por su rechazo a la guerra en Iraq- complació muchos de los caprichos de los Estados Unidos y de Israel, si es que existe alguna diferencia.

Para la muestra un botón ¡y qué botón! Bajo el gobierno de Mubarak, Egipto se convirtió en el primer país árabe receptor de -como suelen llamarse- "ayudas" económicas y militares. Pero también, con su indiferencia por los intereses de la zona y su arremetida contra el panarabismo Egipto se perfiló como el hijo traidor de Ismail (P).

Hace algunos días, las teorías conspirativas tomaron fuerza y con ellas sus partidarios tomamos aliento y más argumentos, cuando el reconocido y oscuro político Henry Kissinger habló del "drama" en Egipto como "sólo la primera escena del primer acto que tiene que ser actuado" con lo cual dejó caer el telón y mostró parte del guión que tiene Rockefeller destinado para Egipto, pero probablemente no sólo para Egipto.

Como galicismo, el término dominó que hace alusión al juego de mesa guarda relación con dominio. No obstante, en este caso queda claro que si hay algo que no conviene a los planes de ninguno de los dos mencionados miembros de la Conferencia Bilderberg es precisamente ese efecto. Ya ha dejado claro el Premio Nobel de Paz -Kissinger- que esperan "que las aspiraciones públicas (de otros países en la región) sean moderadas y no radicales, que sean seculares y no islámicas".

En conclusión, de nada sirve la re-forma por más apariencia revolucionaria que posea si consiste sólo en cambiar a la marioneta conservando el ventrílocuo.

Publicado en Semana.com

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