domingo, 19 de junio de 2011

Ensayo de Al Gadafi sobre el terrorismo

La cuestión tiene dos aspectos:

  1. El ataque contra los Estados Unidos. La capital política, Washington, D.C., y el centro neurálgico de la economía, Nueva York, fueron atacados en una muestra premeditada, deliberada y cabalmente planificada de aterradora violencia. Este aspecto incumbe a la jurisdicción de los Estados Unidos. Fue un acto de agresión contra ellos. Los Estados Unidos, al igual que todos los demás países, gozan del derecho de legítima defensa que les confiere el Artículo 51 de la actualmente paralizada Carta de las Naciones Unidas. Otros instrumentos también les confieren ese derecho. La legítima defensa es un derecho legítimo. Los Estados Unidos poseen la fuerza suficiente para ejercer ese derecho. No necesitan ayuda de nadie para defenderse ni para perseguir a sus enemigos. También son perfectamente capaces de justificar por sí mismos sus acciones. Ofrecerles ayuda a los Estados Unidos en una cuestión de la que pueden ocuparse por sí mismos equivale a un servilismo hipócrita.
  2. El fenómeno del terrorismo no es una cuestión que preocupe exclusivamente a los Estados Unidos. Preocupa al mundo entero. Los Estados Unidos no pueden combatirlo por sí solos. No es lógico, razonable ni productivo encomendar esta tarea en forma exclusiva a los Estados Unidos. Es una tarea que requiere cooperación internacional y acción conjunta en el plano mundial.
Lamentablemente, existe una confusión generalizada y un profundo malentendido respecto de esta cuestión. La cooperación en la lucha contra el terrorismo no es un servicio que se les brinda a los Estados Unidos. Es un acto de legítima defensa para todos y cada uno de nosotros. Es una amenaza que nos afecta a todos independientemente de que los Estados Unidos hayan sido atacados el 11 de septiembre. Los Estados Unidos no deben recompensar a quienes se sumen a la guerra contra el terrorismo, porque la lucha contra ese mal no es un servicio que se les brinda a los Estados Unidos. Es un acto a favor de los propios intereses del que participa. ¿A quién de nosotros le gusta el terrorismo? ¿Quién de nosotros desea vivir, o desea que sus hijos y su país vivan, en un mundo en el que el terrorismo goza de rienda suelta? El terrorismo es un flagelo horrendo.
Lamentablemente, una vez más, se registra una amplia dualidad de criterios que ha llevado a una confusión igualmente amplia en el plano mundial. ¿Cuál es el objetivo de nuestra acción? ¿Apunta a ayudar a los Estados Unidos a defenderse, a vengarse y a castigar a los que los atacaron el 11 de septiembre? ¿O apunta a lograr la aprobación de un programa internacional encaminado a combatir el terrorismo y, en última instancia, a eliminarlo?
Existe una clara diferencia entre ambas situaciones. La hipocresía, el temor y la codicia son las causas de esta confusión. Algunos se han negado tozudamente a sumarse a la batalla contra el terrorismo porque esa batalla se confundió con la idea de defender a los Estados Unidos o se hizo sinónimo de sumárseles en su guerra contra el Afganistán. Otros se precipitaron a participar en el ataque contra el Afganistán. No los impulsó el hecho de que estén en contra del terrorismo; antes bien, se han sumado porque están en contra del Talibán por sus propios motivos. Podrían haberse sumado por codicia, por temor o por hipocresía.
En estas circunstancias, tenemos que ser genuinamente transparentes. Los que deseen cooperar con los Estados Unidos o aliarse a ellos para atacar a sus enemigos deben decirlo claramente. No es la primera vez, ni será tampoco la última, que algunos países crean una alianza para ayudarse entre sí. Todo Estado tiene el derecho de adoptar la decisión soberana de sumarse a los Estados Unidos contra el Afganistán o contra Bin Laden pese al hecho de que los Estados Unidos no necesitan la ayuda de nadie para defenderse ni para vengarse, como ya señalé. No obstante, cuando se trata del terrorismo, la cuestión es totalmente diferente. Para combatirlo, nos necesitamos mutuamente. Para derrotarlo, necesitamos la cooperación internacional y una nueva política internacional de largo plazo.
Pese a ello, la cuestión del terrorismo es tan vasta y tan compleja que creo que nos engañaríamos si pensáramos que podemos abordarla en todos sus aspectos.

Abordemos ante todo la pregunta: ¿qué es el terrorismo? Estoy seguro de que no vamos a estar de acuerdo respecto de la definición. Si logramos llegar libremente a una definición transparente de terrorismo, habremos sentado las bases de un nuevo mundo que estaría libre de él. ¡Sería un verdadero milagro!
Sin embargo, estoy seguro de que no lograremos ponernos de acuerdo respecto de una definición de terrorismo. El motivo es claro. Lo que a mí puede parecerme un acto de terrorismo, para mi adversario podría ser algo deseable. Abundan las pruebas al respecto. Por ejemplo: un joven fue entrenado en Peshawar. Luego, entró en acción en el Afganistán. Posteriormente, los servicios de inteligencia británicos le asignaron la tarea de asesinar a Al Gadafi en la creencia de que al liquidar la Revolución se lograría la rendición de Libia. Libia entregaría a los sospechosos del caso Lockerbie. El hombre intentó llevar a cabo su misión ante los ojos del mundo entero. No obstante, el Todopoderoso intervino e hizo que la bomba se congelara y no detonara. Fue verdaderamente un acto divino. Si la bomba hubiese detonado, gran cantidad de personas, entre ellas familias enteras, habrían hallado la muerte en la tarima.
El terrorista confesó todo lo que yo acabo de decir. El oficial del Servicio de Inteligencia británico también confesó. Fue un acto de terrorismo contra mi persona planificado por los servicios de inteligencia británicos, en cooperación con personas que habían regresado del Afganistán. Quienes me consideren su adversario no verían el hecho como un acto terrorista. Por el contrario, lo verían como un acto deseable que habría que alentar. No me considero adversario de Gran Bretaña ni de ese joven afgano-libio. Me considero una víctima errónea del terrorismo. La otra parte tiene su propia justificación. Así pues, estamos en completo desacuerdo respecto de la definición de terrorismo.
Hablo con total transparencia porque no tengo nada que temer. No codicio nada y no soy hipócrita. Soy la voz de una conciencia internacionalista y genuina. Sé que la situación del mundo puede cambiar, pero el mundo no ha cambiado. Tenemos el deber de transformarlo en un mundo bueno.
Por lo tanto, tenemos que establecer una clara distinción entre los preparativos que se están llevando a cabo contra el Afganistán, aparentemente como resultado directo del horrendo acto del 11 de septiembre, por un lado, y la lucha contra el terrorismo en el plano mundial, por el otro.
La primera cuestión es una responsabilidad que incumbe a los Estados Unidos. La segunda es responsabilidad del mundo entero. No habrá excusas para la falta de cooperación, o siquiera la falta de alianza, en la lucha contra el terrorismo una vez que nos hayamos puesto de acuerdo sobre su definición y sobre sus causas profundas. El hecho de sumarse a esta tarea, o incluso la demora en hacerlo, implica poner en peligro el futuro de la humanidad. Implica también decepcionar a las generaciones futuras.
El terrorismo es un hecho. Es un acto justificable para quienes lo cometen. He ahí el origen del peligro. Si se logra una solución satisfactoria para la cuestión de Irlanda del Norte, será el final de lo que Gran Bretaña llama violencia y terrorismo irlandeses y de lo que el Ejercito Republicano Irlandés llama lucha legítima. Si se logra una solución similar para la cuestión de Palestina, será el final de lo que los israelíes llaman terrorismo palestino y de lo que los palestinos interpretan como una legítima lucha armada. La enemistad entre los Estados Unidos y los árabes también desaparecerá. Pero, ¿son esas las únicas causas del terrorismo? La respuesta es “en absoluto”. Hay muchas otras causas. Hay muchos otros grupos que recurren al terrorismo, no sólo en Palestina y en Irlanda del Norte. Por ejemplo, hay grupos que albergan resentimientos en Filipinas, en Chechenia, en Cachemira, en el Tibet, en el País Vasco y en Córcega, así como también los tamiles. Esta lista no es exhaustiva.
¿Cómo podrían Rusia, los Estados Unidos y Arabia Saudita ponerse de acuerdo respecto de una definición de la situación imperante en Chechenia? Rusia considera que es un caso de terrorismo y un complot contra su unidad. Los Estados Unidos consideran que es una represión del derecho a la libre determinación y de los derechos humanos. En las mezquitas de Arabia Saudita se la describe como una Jihad sagrada y se reza por la victoria. Yo creo que es una conspiración contra los musulmanes de Rusia para aislarlos, para disminuir su condición jurídica y para privarlos del derecho a ser ciudadanos de una Potencia nuclear. Como ciudadanos rusos con derecho a ocupar los más altos cargos en su país, los musulmanes rusos podrían algún día gobernar esa Potencia nuclear. Separarlos de Rusia equivaldría a privarlos de esa posibilidad. Lo mismo ocurrió con los musulmanes de Bosnia y Herzegovina. Se convirtieron en una minoría en su república. En una época supieron ser ciudadanos yugoslavos. Uno de ellos, Jamal El-Din Padic, fue Primer Ministro de Yugoslavia, el segundo hombre después de Tito, por el solo hecho de ser ciudadano yugoslavo. Ahora, los musulmanes no pueden llegar a ese alto cargo, ni siquiera en la propia Bosnia. Por lo tanto, la separación de Bosnia fue una conspiración y una catástrofe para sus musulmanes. Lo mismo sucede en Chechenia.
Supongamos, en aras del debate, que se solucionaran esos problemas. Seguirían existiendo los grupos que recurren a la violencia y al terrorismo en América del Norte, en América del Sur, en Europa y en el Japón. Supongamos que logramos eliminar también esos grupos. Aún existirían la Mafia y las pandillas de las drogas. Si de alguna manera lográramos derrotarlas, aún quedarían otros grupos malvados. Están los que falsifican dinero (hay más de 500 mil millones de dólares falsos en circulación), los que se dedican al blanqueo de dinero, y los que se dedican al tráfico de mujeres y de niños. ¿Y qué hacer con los disconformes, como los que protestan en Seattle, los que no tienen empleo, los que fueron despedidos de su empleo, y los pobres? Hay también otras causas, tales como el crecimiento demográfico desmedido, la migración, las minorías, los choques entre religiones y entre culturas, los científicos rebeldes, los piratas informáticos y las guerras con virus electrónicos y biológicos. La lista es larga.
Abordemos en primer lugar el caso de Gran Bretaña. Algunos creen que los jóvenes que fueron entrenados en Peshawar, fueron al Afganistán, se sumaron a Bin Laden y luego viajaron a todos los rincones de la Tierra son miembros de la organización a la que se llama Al-Qaeda. Si eso es verdad, tenemos que decir que Gran Bretaña alberga al mayor número de esos jóvenes. Tenemos pruebas de ello, si el mundo desea cooperar. ¿En verdad vamos a atacar las bases del terrorismo y a los países que albergan terroristas? No lo creo, a menos que vayamos a decir que vamos a atacar a todos los países que dan albergue a terroristas con excepción de Gran Bretaña. Entonces, volvemos a los dobles raseros y alteramos el consenso internacional contra el terrorismo. Esta es una manera segura de perder la guerra contra el terrorismo. Tony Ben, el patriarca y Presidente del Partido Laborista británico, dijo: “Si los Estados Unidos respaldan a Israel por temor a los judíos estadounidenses, en Gran Bretaña deberíamos ponernos del lado de los terroristas, porque les tememos a los más de siete millones de musulmanes británicos”. El Jefe de los servicios de inteligencia británicos fue aún más allá que Tony Ben. Eso es lo que hizo que los países árabes se preguntaran si ellos podrían ser aliados más estrechos de los Estados Unidos que Gran Bretaña. ¿Cuál es la diferencia entre Gran Bretaña y el Afganistán? Veamos lo que los Estados Unidos harían con Gran Bretaña primero.
La confusión entre el derecho de los Estados Unidos a adoptar represalias ante un ataque terrorista cometido contra ellos y nuestro derecho colectivo de combatir el terrorismo hará abortar la acción internacional. La confusión entre Bin Laden, el Talibán, el terrorismo y el Islam tendrá el mismo efecto. El apuro por tomar medidas contra el terrorismo en un entorno eclipsado por el derecho de los Estados Unidos a defenderse hará que la acción internacional carezca de sentido y hará que se pierda la posibilidad de adoptar un programa mundial que se ocupe de las causas del terrorismo y de la manera de combatirlo en el plano internacional. El terrorismo es nuestro enemigo común. No es enemigo de los Estados Unidos exclusivamente. A los Estados Unidos no les conviene confundir una tarea y una responsabilidad internacionales con la responsabilidad nacional que les incumbe ante su pueblo. Creo que el error radica en el intento de clonar la segunda guerra del Golfo. No se la puede clonar. Lo que ocurrió entonces no se aplica a la situación actual. La situación actual es el resultado de la instigación de una larga lista de hipócritas que han alentado al Gobierno de los Estados Unidos para que confundiera las cosas. Asimismo, lo han alentado a actuar de manera precipitada en cuestiones que se deberían aplazar, y a aplazar cuestiones que se deberían haber abordado con prontitud.
Todo intento de reproducir lo que ocurrió en la denominada segunda guerra del Golfo sería un error. Lo que sucedió entonces fue que un Estado ocupó otro Estado. Esa acción no estuvo dirigida contra los Estados Unidos. Los Estados Unidos no eran el país ocupado. No obstante, Kuwait les pidió ayuda a los Estados Unidos y al mundo. Por consiguiente, existió la necesidad de involucrar al mundo entero desde el punto de vista moral y político. También resultó necesario involucrar a las Naciones Unidas por motivos relacionados con el derecho internacional. La premisa fue que la cuestión afectaba al mundo entero. No fue una responsabilidad exclusiva de los Estados Unidos. Ahora, la situación es diferente. El ataque del 11 de septiembre estuvo dirigido exclusivamente contra los Estados Unidos. Los Estados Unidos tienen derecho a adoptar represalias y están en condiciones de adoptar represalias. Es inconcebible que los Estados Unidos acudan al mundo para que los ayude a luchar contra el Afganistán o contra Bin Laden. La guerra contra el terrorismo es una responsabilidad mundial. No puedo imaginarme cómo un Estado responsable podría dejar de sumarse a la guerra contra el terrorismo. Pero hoy oímos hablar de que algunos Estados han acordado sumarse y otros no lo han hecho. Esto se debe a la confusión entre el apoyo a un país en su lucha contra sus enemigos y la lucha mundial contra el terrorismo, nuestro enemigo común.
¿Estamos contra el Islam? ¿Estamos nosotros, árabes y musulmanes, contra el Islam? ¿Acaso todos los que se oponen a Bin Laden están contra el Islam? ¿Acaso todos los que se oponen al Talibán están contra el Islam? Esta visión errónea es consecuencia de la confusión entre el derecho de los Estados Unidos a la legítima defensa y el deber mundial de combatir el terrorismo. No todos los que se oponen a Bin Laden o a la así llamada Al-Qaeda están contra el Islam. No todos los que se oponen al Talibán están contra el Islam. No creo siquiera que estemos en contra de Bin Laden en el plano personal. Tampoco estamos en contra de sus hombres, que fueron entrenados por los enemigos de la ex Unión Soviética, ni estamos en contra del Talibán como una de las facciones afganas. A lo que nos oponemos es a la herejía que ha surgido en esa región, una herejía similar a la que surgió en los tiempos de los Califas Guiados y fue la causa de que tres de ellos –Omar, Othman y Ali- fueran asesinados. Somos las víctimas de los ataques, los asesinatos y el terror que perpetran esos grupos, que salieron subrepticiamente de nuestros países para viajar al Afganistán como mercenarios. Fueron allí para luchar contra el ejército soviético en nombre de otros. Lo hicieron a pesar de que el ejército soviético entró en el Afganistán por pedido del propio Gobierno afgano, que estaba a favor de Moscú. Eso es exactamente lo que está sucediendo ahora. Hay ejércitos extranjeros que están ingresando a la región por pedido de sus propios gobiernos. Esa fue la excusa que invocó Bin Laden en su entrevista televisiva.
Esos grupos regresaron para sembrar el caos en nuestros países. Se dedicaron a matar a todos aquellos que se les cruzaron en el camino. No se libraron ni siquiera las mujeres y los niños. Querían impulsar un llamamiento que subvierte la fe musulmana y disemina una onda de comportamiento destructivo. Acusan de apóstatas a todos aquellos que no comparten sus creencias, a pesar de su indulgencia ante todas las formas de pecado cardinal. Todo lo que desean es ir inexorablemente hacia lo desconocido. No tienen doctrina ni objetivos claramente definidos. Todo lo que conocen es la tortura insana y el asesinato. Todo lo que pueden hacer es repetir como loros palabras carentes de significado y que no entienden, tales como “taghoot”. “Taghoot” es una palabra imprecisa que significa adorar a una entidad distinta de Dios. La usan para describir a personas, pese a que no se la puede utilizar de esa manera en árabe. Usan también las palabras “Sharía islámica”, que también son imprecisas. Son un significante sin significado.
Estamos en contra de esos grupos. Los combatiremos, tal como ellos nos combaten a nosotros. Somos más fuertes que ellos, porque defendemos la sociedad civilizada y defendemos la religión ante la ola de herejía y destrucción que han desatado. Se trata de un acto necesario de legítima defensa.
También luchamos contra ellos porque no aceptamos un nuevo califato. No nos someteremos a la voluntad de un califa que nos gobierne por mandato divino. Dios no le ha dicho que lo haga. No tiene contacto con Dios. Ya no somos tan ingenuos para pensar que el Califato ha sido dispuesto por Dios. El Califato es una desviación de la fe. Toda desviación es una aberración. Las aberraciones, y quienes las promueven, están condenados al infierno. El Califato es una aberración, y también lo es la herejía. El Profeta nunca designó un representante ni un sucesor. Nunca oímos hablar de un “viceprofeta”, con excepción de Aarón, que fue designado por Dios para que ayudara a Moisés. Nos oponemos a la herejía y a las aberraciones del Califato y del terrorismo. ¿Cuál es la posición de Bin Laden y del Talibán al respecto? Sólo Dios lo sabe. Pero esa fue una puerta que se abrió ante los ingenuos, los ignorantes e incluso los bienintencionados. Entraron por esa puerta y fueron a luchar como mercenarios, en la creencia de que eran mujahideen. Ahora, están pagando las consecuencias. Ahora puede abrirse una puerta similar ante los mismos grupos desorientados y fáciles de explotar. Quizás se desilusionen. En ese caso, regresarán a sus países e irán a los propios Estados Unidos a perpetrar actos de terrorismo y de insania, al igual que sus predecesores. En ese momento, cosecharemos lo que hemos sembrado, exactamente como ocurrió la primera vez. He cumplido con mi deber y he formulado la advertencia.

Afrontamos retos nuevos, complejos y muy amplios. La sensatez indica que debemos contemplarlos desde una perspectiva civilizada, humana y objetiva, libre de sesgos religiosos, étnicos, lingüísticos y geográficos. Las tendencias chovinistas, los modelos perimidos, los misiles y las bombas no sirven para enfrentar estos retos.
Debemos examinar todo. No debemos apostar a nada. Porque no tenemos nada a nuestra disposición.

Muammar Al Gadafi 24/06/2004

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