lunes, 17 de octubre de 2011

La mentira inmanente


Vivir significa: creer y esperar, mentir y mentirse. Por eso la imagen más verídica que se ha creado nunca del hombre sigue siendo la del caballero de la Triste Figura, ese caballero que se encuentra incluso en el sabio más cumplido. El episodio penoso en torno a la Cruz o ese otro más majestuoso coronado por el Nirvana participan de la misma irrealidad, aunque se les haya reconocido una calidad simbólica que fue rehusada después a las aventuras del pobre hidalgo. No todos los hombres pueden tener éxito: la fecundidad de sus mentiras varía... Tal engaño triunfa: resulta una rebelión, una doctrina o un mito y una muchedumbre de fieles; tal otro fracasa: no es entonces más que una divagación, una teoría o una ficción. Sólo las cosas inertes no añaden nada a lo que son: una piedra no miente: no interesa a nadie, mientras que la vida inventa sin cesar: la vida es la novela de la materia.

Polvo prendado de fantasmas, tal es el hombre: su imagen absoluta, de parecido ideal, se encarnaría en un Don Quijote visto por Esquilo...


(Si en la jerarquía de las mentiras la vida ocupa el primer puesto, el amor le sucede inmediatamente, mentira en la mentira. Expresión de nuestra posición híbrida, se rodea de un aparato de beatitudes y de tormentos gracias al cual encontramos en otro un sustituto de nosotros mismos. ¿Merced a qué superchería dos ojos nos apartan de nuestra soledad? ¿Hay quiebra más humillante para el espíritu? El amor adormece el conocimiento; el conocimiento despierto mata al amor. La irrealidad no puede triunfar indefinidamente, ni siquiera disfrazada con la apariencia de la más exaltante mentira. Y por otra parte, ¿quién tendría una ilusión tan firme como para encontrar en otro lo que ha buscado vanamente en sí mismo? «Un retortijón de tripas nos dará lo que el universo entero no ha sabido ofrecernos? Y, sin embargo, ese es el fundamento de esta anomalía corriente y sobrenatural: resolver entre dos - o más bien, suspender - todos los enigmas; a favor de una impostura, olvidar esta ficción en que flota la vida; con un doble arrullo llenar la vacuidad general; y - parodia del éxtasis -, ahogarse, finalmente, en el sudor de un cómplice cualquiera...)


De: Cioran Emil (2001) "La mentira inmanente" en Brevario de podredumbre, pp. 178-180 España, Punto de lectura.


1 comentario:

Jorge de Córdoba dijo...

Excelente.

Muchos hemos vivido episodios de utopía.

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