martes, 27 de agosto de 2013

¡Encontrar su objeto propio!


«En la primavera de 1972 cae un aerolito en el continente del saber y del mundo político. Han pasado cuatro años de la explosión de Mayo de 1968, y El anti-Edipo lleva aún su marca y sus efectos sulfurosos. La agitación sigue siendo cotidiana durante este año, y el movimiento de Mayo sigue vivo en las mentes. La izquierda política conserva su vitalidad y en muchas ocasiones logra trascender sus divisiones, como en el sepelio del militante maoísta Pierre Overney, que reúne a doscientas mil personas el 4 de marzo de 1972.

El mismo año en que aparece El anti-Edipo, Guattari publica una antología de sus escritos, con prefacio de Deleuze, que traza su itinerario intelectual y político, Psicoanálisis y transversalidad. Su amigo psiquiatra, Roger Gentis —que desde muy temprano, en 1956, trabajó en Saint-Alban y fue uno de los creadores del Grupo de Trabajo de Psicoterapia y Socioterapia Institucionales (gtpsi)— acaba de publicar, en 1971, Les murs de l’asile. La editorial Maspero, a través de Horace Torrubia, le confía una colección de psiquiatría, y la primera obra en la que piensa es en el libro de Guattari sobre la transversalidad .(...)

Lacan está muy contrariado con la publicación de este libro, pues otra vez fracasa en su tentativa de contar con el aval de un gran filósofo, y da entonces la consigna a los miembros de la Escuela Freudiana de permanecer en silencio, de no comentar ni participar en ningún debate.

La censura es la regla, y esto les choca a algunos, como a la joven psicoanalista Catherine Millot, una filósofa de formación que acaba de entrar en la Escuela Freudiana. En aquella época está en análisis con Lacan: "Lacan estaba furioso y había dado la consigna de que no haya debates organizados en su escuela sobre este libro. Él mismo se había mantenido en silencio, y en su Seminario no había pronunciado una palabra. Un tiempo después había aludido al libro en un escrito, pero trataba a Deleuze y a Guattari de águila schreberiana de dos cabezas". Otra manera de repudiar el libro: reduciéndolo a un delirio, como la paranoia que padecía Schreber.

Según Catherine Millot, Lacan tomó El anti-Edipo como "un ataque personal tanto más hiriente cuanto que él le había expresado a Deleuze que estimaba su trabajo". Esta máquina de guerra contra el psicoanálisis, en efecto, apunta en primer lugar hacia él y sus numerosos discípulos. Luego de El anti-Edipo, Lacan no cambia radicalmente la orientación de su trabajo, pero, según Catherine Millet, después de 1972 parece haber relativizado el Edipo:

El Seminario de Lacan al año siguiente se llamó "Los Nombres del Padre". ¿Era una respuesta a Deleuze y Guattari? Es posible. Al no dejarse engañar por el Edipo, ¿no estaban condenados a errar? Además, Deleuze y Guattari habían postulado el nomadismo. Luego vino el gran período de los nudoborromeos y Lacan vuelve sobre las relaciones del Edipo con la estructura. A propósito de Joyce, Lacan postuló su idea de que el complejo de Edipo era un síntoma como cualquier otro.

En efecto, dedica todo el año universitario 1975-1976 a Joyce, en un seminario llamado "Le Sinthome", término que remite a la noción de síntoma [symptome]. Analiza la vocación literaria de Joyce como una forma de redención por la escritura.

Otra joven psicoanalista de la escuela, discípula rebelde de Lacan, rechaza la censura y toma la pluma. En Les lettres françaises, Élisabeth Roudinesco da cuenta de El anti-Edipo. Ha asistido a la génesis de la obra, ya que desde 1970 sigue los cursos de Deleuze en la Universidad de Vincennes. Se siente dividida entre su admiración por Deleuze y su entusiasmo por Lacan, pero no puede aprobar la crítica frontal del psicoanálisis.

El tono del artículo es muy cáustico, sobre un fondo afectuoso. El título anuncia la ironía del contenido: "El barco ebrio del esquizofrénico echa amarras en lo de Al Capone". Élisabeth Roudinesco da cuenta de la escritura de a dos y, en su artículo, no duda en vincular a los dos autores con la iniciales "d. g.". Llega a afirmar que "uno es el otro, sin que ser sea la cuestión". En esta polémica Roudinesco ve la actualización del trabajo de Reich, en su voluntad de vincular el deseo y el socius, la sexualidad y la lucha de clases. Reconoce en El anti-Edipo "una novela muy buena; como Tótem y tabú, como Moisés, es la más hermosa apología de Edipo que pueda haber". Sostiene que los autores se equivocaron de blanco, pues Lacan, al igual que ellos, no está obnubilado por el complejo de Edipo.

Si este libro tiene un sentido, es el de ser una novela sobre Edipo, portadora de otra mitología, la del delirio maquínico, la de la rumia de un yo mecanizado. No obstante, Élisabeth Roudinesco recomienda a los analistas la lectura de este "bello libro". Pero esta obra hostil al psicoanálisis deja la neurosis en un callejón sin salida, como también la figura de la histérica, ausente de esta investigación: "Esta evacuación de la histeria es la evacuación del psicoanálisis. d. g. no lo esconde y juega en su contra la carta de la psiquiatría".

A pesar de esta crítica vehemente, Deleuze invita a su alumna Élisabeth Roudinesco al bar del Pont Royal para continuar el diálogo. No demasiado contento con el artículo publicado en Les lettres françaises, dice con ironía: "¿Entonces Simone Simon me ataca?". Deleuze había puesto este sobrenombre a Élisabeth Roudinesco por su gran parecido con la célebre actriz del mismo nombre. "Le respondí: «Sí, no estoy de acuerdo con este reichismo. No estoy de acuerdo en creer que las cosas han de resolverse con medicamentos, ni en que esto ha de concluir por los grandes laboratorios»". Muy firme, pero con enorme cortesía, Deleuze le responde: "Todo esto es muy bonito, pero por ahora usted sólo es capaz de imitar o de criticar a sus maestros. ¡Trate de encontrar su objeto propio!»

Dosse, François (2009). Gilles Deleuze y Félix Guattari, Buenos Aires: Fondo de Cultura, 692p.

No hay comentarios.:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...