sábado, 8 de abril de 2017

Peter Clemenza





Miró a su jefe, Peter Clemenza, gordo y de mediana edad, que bailaba alegres «tarantellas» con las jovencitas. Clemenza, inmensamente alto, tremendamente pesado, danzaba con una maestría y un abandono tales que, a pesar de que su prominente estómago chocaba lascivamente una y otra vez con los senos de sus jóvenes compañeras de baile, todo el mundo le aplaudía. Cuando terminaba un baile, algunas mujeres de más edad le tomaban del brazo para ser su siguiente pareja. Los hombres más jóvenes se habían retirado respetuosamente de la pista y hacían sonar las palmas de sus manos, acompañando la música de las mandolinas. 

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